Samar Yazbek: «Los intereses han hecho de Siria una arena de lucha internacional»

Article  •  Publié sur Souria Houria le 2 janvier 2016
Samar Yazbek en el aeropuerto de Madrid

Samar Yazbek en el aeropuerto de Madrid – Maya Balanya

El enemigo al que se enfrenta Siria es doble: el régimen de Al Assad y el terrorismo del autoproclamado Estado Islámico. Un «escenario sangriento» que la escritora y periodista siria Samar Yazbek retrata en «La frontera»

Tiene las claves de lo que está pasando en Siria. Con paso decidido, mirada melancólica y aspecto cansado, Samar Yazbek (Siria, 1970) aparece arrastrando una pequeña maleta marrón por la salida 10 de aeropuerto. Sonríe sin ser feliz, asiente a las primeras indicaciones y accede educada a empezar a responder a nuestras preguntas sin apenas haber empezado a respirar el aire de Madrid. Sabe cuáles son las prioridades y se concentra con facilidad en su misión.

Salió en marzo y abril de 2011 a la calle para pedir reformas políticas y sociales en su país, escribió artículos apoyando el levantamiento popular, denunció la represión, y cuando recibió amenazas de muerte decidió salir del país. Regresó tres veces, en agosto de 2012 y en febrero y julio de 2013, a través de la frontera con Turquía, se convirtió en una ciudadana ilegal en su propio país para mirar, escuchar, preguntar, para acercarse al frente múltiple, compartir comidas, pasar noches en vela bajo los bombardeos, y comprobar la situación de la población civil.

–¿Considera que ha habido una evolución, una transformación personal, tras los tres viajes que ha realizado de forma clandestina a su país?

No hay un desarrollo sino una caída al vacío. De hecho, tras mi primer viaje tenía claro que quería quedarme en el norte del país. Pero en el segundo viaje me di cuenta de que sería imposible. En el primer cruce comprobé que había una lucha nacional contra el régimen de Al Assad, que en el siguiente se empezó a transformar en indicios de un conflicto bélico a largo plazo.

–Y respecto a los sirios que permanecen en el país, ¿también detecta una una caída al vacío?

–No. Los sirios han sufrido una doble injusticia. La primera se concentra en los ataques del régimen y la destrucción de las ciudades; y la segunda es la llegada de combatientes extranjeros islamistas. Sin duda, lo más grave es que la presencia de los terroristas extremistas extranjeros islamistas se ha arrebatado la revolución al pueblo sirio. DAESH (el autoproclamado Estado Islámico) son extranjeros, no son sirios.

–¿Qué es lo que le impulsa a entrar de forma clandestina por primera vez en agosto de 2012?

–No me gusta vivir en el exilio y quería regresar a Siria, tenía un proyecto nacional para ayudar a las mujeres y los niños en el interior. También quería demostrar que la palabra tiene fuerza, necesitaba volver para poner en marcha el proyecto con los militantes. Quería formar parte de una transformación social, política y democrática con la que tanto habíamos soñado. Mi papel es transmitir ese sueño de la sociedad civil, contarle al mundo la realidad de los hechos. Porque el régimen de Bachar al Assad, además de reprimir, tergiversa la realidad en los medios de información. En 2012 aún no había terroristas extranjeros en Siria. Como escritora, considero que debo centrar mi trabajo en la defensa de mi pueblo mediante la palabra, y trabajar para que podemos cumplir el sueño de construir instituciones democráticas en el país.

–¿Mantiene que la palabra tiene fuerza respecto al conflicto sirio actual?

Sí.

–¿En qué sentido?

–Lo que estamos viendo ahora en Siria, la matanza, la gran tragedia, el genocidio… la pregunta sobre la muerte es grande. Tuve que abandonar mi país para salvar mi vida pero hay muchos grupos de sirios que mantienen la fe de que es posible instaurar instituciones democráticasen el país, que combaten tanto a Al Assad como a DAESH. Pero no tienen voz porque están siendo bombardeados constantemente por el régimen, y sometidos al control y la opresión de los grupos terroristas. Creo que ahora, nosotros, los escritores e intelectuales sirios debemos recurrir a la palabra para revivir la memoria, para dejar constancia de la injusticia que está viviendo el país, completamente ignorada por la comunidad internacional. Este es uno de los motivos por los que he escrito este libro. La palabra hace llegar la voz, mediante la palabra podemos escribir y describir nuestra historia, la injustica actual que estamos viviendo. Para que no solo perdure que un dictador está asesinando a su pueblo después de dividir el país yprovocar que la mitad de la población se haya desplazado, sino para recoger también el testimonio de la caída, la degeneración de los sistemas morales en el mundo. Porque los intereses del mundo han convertido a Siria en una arena de lucha internacional. Es un escenario sanguinario en el que nadie cuenta las historias y los sufrimientos de la gente. La palabra es fundamental para mantener la memoria de las víctimas.

–Durante el relato de su experiencia, expresa también sus miedos, dudas,… ¿Ha aprendido a ser fuerte?

–El miedo es normal porque es una guerra en la que te están cayendo las bombas encima cada día. Quería que el mensaje fuera nítido, claro y sincero respecto a mi pueblo. Era normal que el miedo se apoderase de mi, pero eso no podía condicionar lo que quería hacer. Estoy en contra de los sentimientos de heroísmo. Considero que el ser humano es un ser que siempre tiene miedo, por eso necesitamos la compasión entre los seres humanos. Sí, es posible que ahora sea más fuerte que antes, pero también cargo con una mayor tristeza y determinación. De hecho, cuando veo el sufrimiento de los sirios, me siento más fuerte todavía.

–¿Cómo se siente cuando está fuera de Siria? ¿Ahora mismo?

–Siempre que me preguntan eso lloro y no quiero llorar. Cada día pienso en regresar a Siria, pero gestiono mi dolor personal en el exilio y procuro que mi estancia en el extranjero sirva para mi país. De la mañana a la noche, Siria vive en mí. No está lejos. Físicamente estoy fuera de Siria pero no mental y psicológicamente.

–¿Hábleme de fotos que hizo durante los viajes?

–La mayoría son de niños y colegios. El contraste era brutal entre la destrucción y sus caras inocentes. Intentaba sacar fotos con más peso estético. Tras un bombardeo fotografiaba a los niños junto a los escombros de los edificios.

–También se hace preguntas sin respuesta… como «¿qué estaba pensando el francotirador cuando apuntaba a la espalda de esa niña?».

Escribir es plantear problemas, preguntas, no dar respuestas. En Siria la muerte está siempre presente, hay que analizarla.

–¿Y llegó a encontrar respuestas a esas preguntas?

–Hay respuestas pero en estos momentos en Siria priman las preguntas, incluso sobre nuestra identidad nacional. Respecto a la muerte es necesario comprender cómo la maldad paso de ser algo normal a los niveles actuales.

–En la guerra siria los medios se limitan a intentar dilucidar entre buenos y manos en el terreno, pero la crudeza con la que usted describe situaciones reales va más allá. ¿Cómo calificaría su trabajo?

–Tengo un sentimiento mixto, me duele que países democráticos europeos no están al lado de la razón, del derecho, me llena de ira sobre la injusticia que está cayendo sobre mis compatriotas, mi pueblo. Por ejemplo, ahora tenemos que aceptar con resignación que hay un terrorismo de DAESH en Siria pero habría que preguntarse: ¿quién lo ha traído a Siria?, y ¿es cierto que los que salieron en contra de Al Assad son terroristas? Rotundamente no. Las manifestaciones empezaron de forma pacífica, con demandas de reformas democráticas. Han sido sofocadas mediante la forma más atroz de la violencia del terror, matanzas, detenciones, aniquilamiento, bombardeos, incluyendo ideas sectarias… el régimen de Al Assad utiliza estas formas salvajes para deformar la revolución del pueblo sirio. Durante los últimos cuatro años, sin interrupción las fuerzas de Al Assad han bombardeado los pueblos y ciudades donde nacieron las revueltas. Lamentablemente Occidente no ve esto. Y, quizás lo más doloroso es que las fronteras de Siria con Turquía e Iraq han sido abiertas a los terroristas financiados desde el exterior. Vivimos un escenario de radicalismo y extremismo del que son responsables muchos países del mundo. Mi país está dividido en zonas militares, con bases auspiciadas por varios países, y la matanza continúa. Es una de las consecuencias de la llegada masiva de refugiados a Europa.

–Desvela al principio de su libro quién es el vencedor de la guerra en Siria: la muerte. ¿Cómo se fue transformando esa convivencia cotidiana con la muerte cercana?

–Hay una amistad de la gente con la muerte. Les hace entrar en la nada, porque representa su cotidianidad, mueren de forma gratuita por los bombardeos. Están decepcionados porque salieron en contra de un tirano, y se han topado con otro. Mantienen una relación con Dios constante por estar rodeados por la muerte. Me refiero a las personas que no han podido abandonar Siria. La continuación desgarrada del conflicto bélico potencia el extremismo y el radicalismo. Para luchar contra el terrorismo es necesario un estado de derecho, crecimiento económico y democracia; no convertir un país en bases militares, un foco de atracción para los grupos terroristas. Se ha mantenido una pasividad hacia la situación en Siria que, algún día, repercutirá en el mundo.

–¿Qué papel está jugando el sentido del humor en la resistencia del pueblo sirio? Usted escribe: «Estos hombres nunca pararán de reír; es como si inhalaran la risa a modo de antídoto contra la muerte».

–Al principio, cuando veía matanzas y bombardeos me sentía derrumbada, y me extrañaba sus reacciones. Pero luego comprendí que necesitan aprovechar hasta lo más mínimo que les da la vida, todo lo que hay de positivo en la vida. Por eso mantienen la ironía, y cualquier cosa lo convierten en un chiste. Contaban una anécdota de dos hombres, uno le dice al otro: ¿qué prefieres, que te corten la cabeza o las piernas? Y el otro responde: «Mejor la cabeza porque si son las piernas me quedaré inútil». Es una tragicomedia, para que la resistencia pueda continuar.

–En la mirada hacia el futuro habla siempre del recrudecimiento de la situación: «la siguiente fase será más dura», «veremos vídeos de flagelaciones y decapitaciones». ¿Por qué está tan claro en el terreno?

–Ellos saben los detalles de lo sucedido. Tienen esa visión negativa porque han sacrificado todo: sus actividades, sus trabajos, sus vidas, su juventud; y han visto que no han conseguido nada. Por eso están convencidos de que será peor. Los que han sacrificado mucho por la revolución tienen una visión muy negativa porque estaban convencidos de que en Siria pasaría lo que ocurrió en Túnez o Egipto… que duraría unos meses y se acabaría. No creían que le régimen sirio tendría tanto apoyo internacional que impediría su caída. Sus sueños se han convertido en pesadillas.

–¿Qué opina del sectarismo impuesto que asola el país?

Oriente Próximo va a la deriva del sectarismo religioso como consecuencia de cinco décadas de autoritarismo. En estos países no ha habido un trato hacia la persona o el ciudadano, sino por su componente religioso, a lo que hay que añadir la falta de leyes y de derechos. No hay extremismo religioso en los países donde hay leyes, derechos, educación, desarrollo económico. Los pueblos árabes salieron a las calles y, lamentablemente, el resultado ha sido nefasto. Porque los problemas que antes tapaban las dictaduras están apareciendo. Cuando las grandes potencias decidan el fin de esta guerra, los intelectuales tendremos un gran trabajo en la sociedad civil para fomentar la instauración de instituciones democráticas. Un camino muy largo para salir de esos problemas de radicalismo y sectarismo.

–¿Será posible recuperar la unidad? ¿es la razón por la que al final del libro hace una pequeña aclaración sobre «el origen de los alauíes», más allá de que se les asocie con Al Assad?

El pueblo sirio no es sectario. Cuando inició su revolución no pensaba que desembocaría en un conflicto bélico civil. La población es una víctima porque su naturaleza no es extremista ni radical. Me imagino que en Occidente deben pensar que después de 5 años viviendo bajo la destrucción y la muerte… ¿qué puedes esperar? Pero hay muchos intelectuales que están soñando con la recuperación de la situación en Siria, para construir un país democrático. No olvidemos que el régimen bombardea y los terroristas atacan, estaríamos ante un grave peligro si dejamos Siria en esa situación.

–¿Sigue siendo la revolución de los sirios?

–Es una guerra de intereses internacionales, pero hay numerosos grupos de la población que están abandonados, pero que confían en poder cambiar Siria, a pesar de que, lamentablemente, no tienen suficiente fuerza. No entiendo cómo la comunidad internacional permite esta situación en Siria: vuelos internacionales sobre el país, ataques, el pueblo que sufre, y no hacen nada para evitarlo. ¡A qué degeneración o decadencia moral ha llegado el mundo!, ¿por qué la comunidad internacional no acaba con DAESH? ¿Por qué permite a Rusia y Al Assad bombardear objetivos civiles? Mientras DAESH mantiene su presencia y se extiende. Me extraña que el mundo no se hagan esas preguntas.

–¿Qué siente cuando piensa en Siria?

–Poca esperanza y mucha destrucción pero alta determinación.

–¿Cuándo regresará a su país?

–Volveré a Siria cuando pueda ir al aeropuerto y no me detengan (cuando caiga el régimen). Volveré.

–¿Clandestinamente?

–No volveré a la zona si está bajo el dominio de DAESH.